lunes, 8 de marzo de 2010

SI ACTÚAS COMO UN PENSADOR TE CONVERTIRÁS EN UNO

CAPITULO 1
"Actuar como si"
SI ACTÚAS COMO UN PENSADOR TE CONVERTIRÁS EN UNO
Creo que uno de los dos originales de El Pensador de Rodin está en Buenos Aires, en la plaza frente al palacio legislativo. Por lo menos eso me dijo la guía mientras me señalaba este ocupado pensador tallado en bronce perdurable.
En tanto "hecho", esto bien puede ser erróneo en varios aspectos. Puede no ser un original. Puede no haber habido dos originales. La guía pudo haberse equivocado. Puede no estar en la plaza frente al palacio legislativo. Podría fallarnos la memoria. Por lo tanto, ¿por qué debería exponer algo que no ha sido verificado de un modo absoluto como un hecho? Hay muchas razones.
Una, que más adelante en este libro me referiré de modo específico al uso de los hechos. Otra, irritar a los que creen que los hechos son más importantes que su uso. En tercer lugar, que quiero que el lector visualice aquella famosa figura pensadora, donde quiera que esté la misma. La razón verdadera, que este libro fue escrito en un avión, durante un viaje de Londres a Kuala Lumpur, Malasia. Como quiera que haya sido, usé la palabra "creo", que indica que mi estado es de opinión más que de afirmación dogmática de un hecho. A menudo necesitamos indicar el modo como se está exponiendo algo. Sobre esto trata este libro.
Si quieres imaginar la tan usada — excesivamente usa.-da— imagen de El Pensador de Rodin, quiero que imagines esa postura de la mano en la barbilla, que supuestamente adopta cualquier pensador que no sea frívolo. Creo, por cierto, que el pensador debería ser activo y enérgico más que apesadumbrado y solemne. Pero, por el momento, la imagen tradicional es útil.
Adopta esa postura — en forma física, no mental— y te convertirás en un pensador. ¿Por qué? Porque si "actúas como si" fueras un pensador, te convertirás en uno.
Los tibetanos rezan haciendo girar unos molinillos sobre los que están grabadas las oraciones. Los molinillos giratorios hacen subir las oraciones en espiral hacia el espacio divino. En la práctica, si se encuentran debidamente en equilibrio, un ayudante puede mantener girando una docena de molinillos de oración como en el acto circense en que giran platos equilibrados en la punta de largos palos. Es posible que el tibetano piense en la lista de ropa para lavar mientras hace girar la rueda. Importa la intención de rezar y no tanto las vibraciones emocionales o espirituales que muchos cristianos se exigen a sí mismos. Existe otro punto de vista cristiano mucho más próximo al tibetano: efectuar los movimientos propios de la oración aunque no se esté emocionalmente comprometido. Las emociones coincidirán con los movimientos a su debido tiempo. Eso es, precisamente, lo que quiero decir cuando te pido que "actúes como si" fueras un pensador.
Adopta la postura de un pensador. Haz los movimientos. Ten la intención y manifiéstatela a ti mismo y a quienes te rodean. Muy pronto tu cerebro desempeñará el rol que estás "actuando". Si finges ser un pensador, muy pronto, en efecto, te convertirás en uno. Este libro expone los diferentes roles para que "actúes como si".
CAPITULO 2


Poniéndose un sombrero

UN PROCESO MUY DELIBERADO
El rasgo más llamativo de cualquier fotografía tomada hace más de cuarenta años es que todos llevan sombrero. Las fotografías de los periódicos y las películas de la época muestran esta gran preponderancia de los sombreros.
Actualmente un sombrero es algo raro, especialmente entre los hombres. Los sombreros tienden a definir un rol. Se usa sombrero como parte de un uniforme, algo que de por sí define un rol.
Se puede decir que un esposo autoritario que da órdenes a su familia lleva puesto el "sombrero de director de escuela" o el "sombrero de ejecutivo". Una mujer de negocios podrá distinguir los dos roles que desempeña diciéndole a su audiencia cuál sombrero se ha puesto: "el sombrero de ejecutivo" o "el sombrero de ama de casa". Mrs. Thatcher, la Primer Ministro de Inglaterra, en ciertas ocasiones manifiesta que el manejo del gobierno obliga a la práctica, la prudencia y frugalidad de un ama de casa.
También existe la idea de un sombrero para pensar.
...Tendré que ponerme el sombrero para pensar y considerar su nueva propuesta. No
estoy seguro de querer vender el edificio.
...Póngase el sombrero para pensar y llámeme por teléfono mañana.
...Esta es una empresa arriesgada. Tendremos que ponernos los sombreros para pensar
y ver cómo podremos salir de este atolladero.
Siempre me imaginé el sombrero para pensar como una especie de gorro de dormir flojo y con una borla colgante. Casi como un bonete para los tontos, pero sin la firme arrogancia que es el único signo real de la tontería.
La gente se ofrece para ponerse sus propios sombreros para pensar o pide a otros que lo
hagan.
El ponerse un sombrero de un modo deliberado es algo muy preciso.
Antiguamente, el que la niñera se pusiera sombrero constituía señal cierta de que ella — y los niños— iban a salir. No había posibilidad de contradicción. La señal era definitiva. Cuando un policía se pone su sombrero, está señalando claramente-su deber y su actividad. Un soldado sin gorra nunca aparenta la misma seriedad ni inspira el mismo respeto que con la gorra puesta.
Es una lástima que no exista un auténtico sombrero para pensar que se pueda adquirir en las tiendas. En Alemania y en Dinamarca existe un sombrero para estudiantes, que es una especie de gorro de sabio. Pero la erudición y el pensamiento raramente coinciden. Los eruditos suelen estar muy ocupados aprendiendo sobre el pensamiento de otros como para pensar por sí mismos.
Considera la utilidad de un verdadero sombrero para pensar.
...No me moleste. ¿No ve que estoy pensando?
...Voy a interrumpir esta discusión para que todos nos podamos poner los sombreros
para pensar y dedicarnos a este tema. ...Quisiera que pensara sobre esto en este preciso momento. Me agradaría que se pusiera su sombrero para pensar.
...Quisiera que siguiera pensando en este plan. Póngase otra vez en la cabeza el sombrero para pensar.
...Ud. me paga por pensar. Por lo tanto, aquí estoy sentado, pensando. Cuanto mejor me pague mejor pensaré.
...¿Qué le parece si pensamos intensamente esta cuestión? Hasta ahora, usted sólo me dio repuestas impulsivas. Póngase el sombrero para pensar.
...Pensar no es una excusa para no hacer, sino un modo de hacer las cosas mejor. Así que manos a la obra.
Esta imagen mental de alguien que usa un verdadero sombrero para pensar podría servir para evocar el estado mental tranquilo y despreocupado necesario para que cualquier pensamiento implique algo más que meras reacciones frente a una situación. Probablemente, los pensadores concienzudos pueden dedicar cinco minutos diarios al uso intensivo del sombrero para pensar. Todo depende de si usted considera que le pagan para pensar o para seguir el pensamiento de otros.
Quiero concentrarme en el tema del pensamiento deliberado. Tal es el despropósito del sombrero para pensar. Uno se lo pone de un modo deliberado.
Existe el tipo de pensamiento del caminar -hablar-respirar, que ponemos en práctica todo el tiempo. Contestamos el teléfono. Cruzamos la calle. Entramos y salimos de las rutinas. No necesitamos ser conscientes de cuál pierna sigue a la otra cuando caminamos, o de cómo respirar. Hay un apoyo permanente en este tipo de pensamiento automático. Pero existe también una clase diferente de pensamiento que es mucho más deliberado y exige mayor concentración. El pensamiento automático sirve para encarar rutinas; el pensamiento deliberado, para hacer las cosas mejor, no sólo para encararlas y resolverlas al paso. Todos podemos correr, pero un atleta corre de modo deliberado y se entrena para esto.
No hay modo fácil para que nos señalemos que queremos salir del modo rutinario de pensar e ingresar al tipo de pensamiento deliberado. Así pues, la expresión "sombrero para
pensar" resulta una precisa señal que nos podemos dar y dar a los demás.
Comparemos estos dos tipos de pensamiento: el rutinario y el deliberado.
Cuando conduces un automóvil, debes elegir la ruta, seguirla y mantenerte fuera del camino de los demás automóviles. Gran parte de la actividad que se va dando de un momento a otro depende del momento anterior y del posterior. Buscas señales y reaccionas. Esto es pensamiento reactivo. Así pues, el tipo de pensamiento del caminar-hablar-respirar es muy semejante a conducir en una ruta. Lees las señales de tránsito y tomas decisiones. Pero no trazas el mapa.
El otro tipo de pensamiento está relacionado con el trazado de mapas. Investigas el tema y trazas el mapa. Lo trazas desde una posición objetiva y neutral. Para hacer esto debes mirar de un modo amplio, general. Lo cual es muy diferente del mero reaccionar a las señales de tránsito a medida que van apareciendo.
Este contraste se manifiesta en el ejemplo siguiente:
Imagina que intentas ganar una discusión. Presentas tu caso y expones todos los puntos que lo favorecen. Escuchas a tu oponente sólo para atacarlo y dejar en evidencia sus puntos débiles. Estás constantemente atacando o defendiendo. Cada una de la partes reacciona frente a la otra.
Compara esto con el modo de trazar un mapa.
Yo conduje en las escuelas un programa para enseñar a pensar. Se llama TIC (Tarea de Investigación Cognitiva). Actualmente lo utilizan varios millones de escolares de diferentes países. La primera lección se llama PMI. En lugar de sólo reaccionar ante una determinada situación, el joven traza un mapa simple. Para hacerlo, contempla primero la dirección "Plus" (positivo) y anota lo que observa. El joven dirige después su atención hacia la dirección "Minus" (negativo), y finalmente hacia la dirección "Interesting" (interesante) (para todas las cosas que vale la pena anotar pero no encajan ni en "Plus" ni en "Minus"). El mapa está trazado. El pensador elige su ruta.
Una jovencita lo expresó con toda claridad. Dijo: "Yo creía que hacer un PMI era tonto y artificial, ya que yo sabía lo que pensaba. Pero cuando terminé el PMI, descubrí que lo que yo misma había anotado me había hecho cambiar de opinión."
Se trata de dirigir la atención y de tener un modo de hacerlo.
En Sydney, Australia, una clase de treinta jovencitos votó a favor de que se les dieran cinco dólares por semana para ir a la escuela. Después de hacer el PIM, y sin que la maestra sugiriera nada distinto, veintinueve cambiaron de opinión y decidieron que la idea no era buena.
Un empresario que durante meses había estado discutiendo con una importante empresa petrolera, pidió a todos que hicieran un PMI en la próxima reunión. Me contó que el problema se solucionó en veinte minutos. Una vez trazado el "mapa", se pudo elegir un camino.
Una mujer que hacía dos años estaba planeando mudarse de California a Arizona, hizo un PMI con sus dos hijos. Al finalizar este breve ejercicio, se canceló la mudanza.
Uno de los inventores más grandes del mundo, Paul MacCready, se vio envuelto en un problema burocrático. Su hijo le sugirió que hiciera el PMI, y de esto resultó la solución.
El tipo de pensar que traza mapas requiere cierto distanciamiento. No así el tipo automático de pensamiento (caminar-hablar-respirar). En realidad, este tipo de pensamiento reactivo sólo puede funcionar cuando hay algo ante qué reaccionar. Por esto, la noción de que el pensamiento crítico es la forma más completa de pensamiento puede resultar muy peligrosa. Hay una tonta creencia, basada en una defectuosa interpretación de los grandes pensadores griegos, que sostiene que el pensamiento se basa en el diálogo y en la argumentación dialéctica. Esta creencia ha hecho mucho daño al pensamiento occidental.
La costumbre occidental de la argumentación y la dialéctica es defectuosa; excluye lo creativo y lo generativo. El pensamiento crítico vale para reaccionar ante lo que se pone enfrente pero no hace nada para producir propuestas.
Los escolares se preocupan mucho de reaccionar frente a lo que se le presenta: material bibliográfico, comentarios de los maestros, series de TV, etc. Pero tan pronto como el joven termina la escuela, deberá hacer mucho más que sólo reaccionar. Necesita iniciativa, planes y acción. Y no obtendrá esto a partir del pensamiento reactivo.
He acuñado el término operabilidad para referirme a este "pensar actuante". Es la habilidad para hacer —y el pensamiento que implica. La palabra operabilidad debe ser paralela a "literabilidad" (la capacidad para leer y escribir) y a "numerabilidad" (la capacidad para usar números); estoy firmemente convencido de que la operabilidad debería ser un ingrediente básico de la educación, en un pie de igualdad con la capacidad para leer, escribir y usar los números. En efecto, las lecciones TIC de pensamiento se ocupan de la operabilidad: establecimiento de objetivos, evaluación de prioridades, generación de alternativas, etc.
Si no sólo buscamos reaccionar frente a lo que se nos presenta, necesitamos poseer un modo de dirigir la atención. El PMI es una de las formas de hacerlo. En este libro enfocamos otro modo.
Cuando se imprime un mapa a todo color, los colores están separados. Primero se pone un color en el papel. Luego se imprime encima otro color. Luego el siguiente y el siguiente hasta que un mapa completo queda a la vista.
En este libro, los seis sombreros para pensar corresponden a los diferentes colores que se usan para imprimir un mapa. Este es el método que intentaré usar para dirigir la atención. No sólo se trata, por lo tanto, de ponerse un sombrero para pensar, sino también de escoger de qué color será el sombrero que se va a utilizar.
CAPITULO 3


Intención y desempeño

Quiero volver a marcar la diferencia entre intención y desempeño porque mucha gente tiene una opinión errónea al respecto.
Ya he dicho que si "actúas como si" fueras un pensador — por ejemplo, adoptando un modo de pensar— finalmente te convertirás en uno. Tu pensamiento seguirá a tus movimientos. Tu "actuar como si" se volverá real.
Parece que sostengo que si tienes la intención de convertirte en pensador, tu desempeño será efectivamente el de pensador.
Muchos se van a apresurar a señalar que esto es absurdo. Me permito, por lo tanto, señalarlo yo mismo. Si tienes la intención de convertirte en levantador de pesas, ¿basta esta intención para que levantes pesas? Si tienes la intención de convertirte en ajedrecista, ¿hará esto que muevas las piezas del tablero como un experto? La respuesta es no, porque en estos casos estamos buscando un desempeño excepcional.
En cambio, si tienes la intención de convertirte en cocinero, y efectúas los movimientos propios de esa actividad, te convertirás en un cocinero tolerable. No te convertirás en un chef, a menos que tengas el talento necesario, pero con seguridad serás un cocinero mucho mejor que cualquiera que no haya tenido la intención ni efectuado los movimientos.
Advierte, por favor, que la intención no es suficiente. Debes efectuar los movimientos. No basta que un tibetano tenga sólo la intención de orar: debe hacer girar el molinillo de oración.
No basta, por cierto que el pensador o la pensadora se consideren pensadores. Esto es casi exactamente lo opuesto a lo que estoy diciendo.
Si ya te consideras un pensador, probablemente no hagas nada más al respecto — si estás satisfecho con tu supuesta habilidad.
Una vez le pedí a un grupo de americanos muy bien educados (egresados de la escuela secundaria) que se calificaran, del uno al diez, conforme a su habilidad para pensar. Me asombró el resultado: la calificación promedio fue ocho sobre diez. En otras palabras, sus expectativas respecto a lo que puede hacer el pensamiento eran tan limitadas que cada uno consideraba que su pensamiento era de lo mejor posible. Siendo benévolo, puedo suponer que gran parte de la audiencia comprendió mal la pregunta. Sabían que siempre habían estado dentro del diez por ciento de los mejores en la escuela y en la universidad, por lo que el ocho era un modesto reconocimiento de sus desempeños. Por supuesto, yo estaba buscando una clasificación absoluta. Sin embargo, la gente es admirablemente tolerante con su pensamiento; no concibe de qué modo podría mejorarlo.
Por ser tan poco habitual, la intención de convertirse en pensador es muy importante. No recuerdo haber conocido nunca a nadie que realmente quisiera serlo. Lo cual no debiera sorprender a nadie en vista de lo que vengo diciendo. Por otra parte, el deseo de convertirse en pensador implica que aún no se lo es. El humor, el sexo y el pensamiento son actividades en las que todos se saben competentes.
Cuando el Dr. Luis Alberto Machado pidió que lo nombraran Ministro de Desarrollo de la Inteligencia en el gobierno venezolano, estallaron carcajadas a su alrededor. Pero insistió y por fin se entrenó a 106.000 maestros en el uso de las lecciones TIC. Por ley, todo alumno en Venezuela debe pasar dos horas por semana desarrollando específicas habilidades para pensar. Hay lecciones que se llaman "pensar". Los alumnos lo saben, y los maestros, los educadores y los padres.
Son importantes la capacidades reales que adquieren los alumnos. Pero mucho más importante es la idea de desarrollar habilidades para pensar. La imagen que generalmente tiene un joven de sí mismo en la escuela es la siguiente: es "inteligente" o "no inteligente" según cómo se las arregla en la escuela y agrada a la maestra. Este concepto de inteligencia es un concepto de valor. Es como ser bajo o alto, hermoso o feo. No se puede hacer mucho al respecto.
Ser un pensador implica una auto imagen totalmente distinta. Es una habilidad operativa. Se puede hacer bastante al respecto. Se puede mejorar en el pensar del mismo modo que en el fútbol o en la cocina. Los jóvenes venezolanos saben que pueden empezar a pensar sobre algo en particular y saben que se les ocurrirán algunas ideas. Para esto utilizan los marcos de referencia TIC.
La adopción de los "sombreros para pensar" que describo en este libro es un modo de reforzar la intención de ser un pensador.
Ser un pensador no implica tener razón constantemente. En realidad, quien siempre cree tener la razón es muy posible que sea un pobre pensador (arrogante, sin interés por la investigación, incapaz de ver otras alternativas, etc.). Ser un pensador no implica ser inteligente. Tampoco implica que pueda resolver todos los ingeniosos problemas que la gente me presenta esperando que yo los resuelva siempre. Ser un pensador implica querer conscientemente serlo. Esto es mucho más simple que ser un golfista, un tenista o un músico. Por de pronto, no se necesita tanto equipo.
Por lo tanto, la intención es el primer paso. Es fácil y difícil al mismo tiempo. Bastante parecido a los hábitos Zen sobre los que es fácil escribir, pero no tan fácil realizar. Por esta razón hacen falta ciertas estructuras tangibles — los seis sombreros para pensar.
Ahora sí que podemos observar el aspecto del desempeño. ¿El ceño fruncido y la mano en la barbilla marcan una verdadera diferencia? La respuesta es afirmativa si la postura es deliberada, y negativa si es natural. Lo sorprendente es que a nivel fisiológico podría realmente funcionar. Hay pruebas de que si uno sonríe, la sonrisa contagia toda la fisiología y uno se vuelve más contento y menos propenso a enfadarse. La gente reacciona a la sonrisa artificial de las modelos publicitarias como si sus sonrisas fueran verdaderas. Los signos se vuelven realidad. A la máscara sigue la sustancia.
En un nivel más elemental, si intentas escuchar a otra persona, de algún modo pasarás más tiempo escuchando — y tu pensar mejorará. Si frunces el ceño conscientemente para pensar, no podrás tomar ninguna decisión hasta tanto lo desarrugues. Y de este modo la decisión que tomes será mejor que una improvisada sobre la marcha. Los jóvenes violentos a quienes se enseñó a pensar se volvieron menos violentos porque ya no debían recurrir de inmediato a un violento cliché reactivo.
Los seis "sombreros para pensar" ofrecen una forma de traducir la intención en desempeño efectivo.
CAPITULO 4

Representar un papel

UNAS VACACIONES DEL EGO
A la gente no le importa "hacer el loco" con tal de que quede claro que está desempeñando un papel. Incluso se jacta de su buena actuación y de hacer el loco hasta verdaderos extremos. Esto se convierte entonces en una medida de éxito y perfección. El papel representado es lo principal y ahora el ego es el director de escena.
Uno de los problemas del budismo Zen es que cuanto más firmemente trata el ego de "no estar ahí", más presente se vuelve en su "intento". Hay un estilo de actor que pierde la identidad de su ego y asume el del papel (actuación del método). Otro estilo de actor dirige su propia actuación. Ambos son buenos actores. Ambos se están tomando vacaciones de ego. Uno se las toma en el exterior y el otro en su casa.
El jugar a ser otra persona permite que el ego trascienda la imagen restrictiva que normalmente tiene de sí mismo. Los actores suelen ser muy tímidos en la vida cotidiana, pero un rol da libertad. Nos puede resultar difícil vernos como tontos, equivocados o burlados. Pero si se nos da un rol bien definido, podemos representarlo, disfrutar de nuestra capacidad de actuar y no dañarnos el ego. Da prestigio ser considerado un buen actor.
El ego corre riesgo si no lo protege un rol formal. Por esta razón, la gente habitualmente negativa asume el papel de abogado del diablo cuando quiere ser negativa. Esto significa suponer que habitualmente no son negativos, pero que es útil que alguien desempeñe este papel y que se proponen representarlo bien. El rol tradicional de abogado del diablo es muy parecido al sombrero negro para pensar que describiré más adelante. Pero en lugar de sólo un rol pensante habrá seis, cada uno definido por un diferente sombrero para pensar.
Representar el papel de un pensador en el sentido amplio de la palabra es un paso valioso en camino a convertirse en un pensador. Pero podemos avanzar aún más si descomponemos este amplio rol en partes más específicas. Estas se vuelven partes de personajes, tal como los de una buena pantomima, un buen melodrama de TV o una tradicional película del oeste. O puede ser que se conviertan en una forma muy pura de teatro kabuki japonés, donde los roles están sumamente estilizados.
Todo el mundo puede reconocer a la bruja en una pantomima. Parlotea, es maliciosa, disfruta cuando la silban y la abuchean los espectadores. Este es su papel y lo representa al máximo. También está el noble príncipe, que representa las fuerzas del bien. La dama representa la simple humanidad. Tradicionalmente, una joven representa al príncipe y un hombre a la dama. Esto tiene mucho sentido si se considera que el propósito de los papeles de la pantomima es alejarse lo más posible de la realidad para ilustrar ideas. Los roles de la vida real sólo se ilustrarían a sí mismos. Se inventaron los papeles de la pantomima para representar grandes fuerzas que humanizan para entrenamiento nuestro. Por lo tanto, el rol
será tanto más reconocible como tal cuanto más deliberado y artificial sea. Este es el secreto del éxito de los melodramas de la TV americana; por esto, en "Dallas", JR resulta adorable.
El rol amplio del sombrero para pensar se descompone en seis diferentes roles de personajes,representados por seis sombreros para pensar de distintos colores.
Eliges qué sombrero para pensar adoptas en un momento determinado. Te pones ese sombrero y representas el papel que define ese sombrero. Te observas desempeñando ese rol. Lo representarás lo mejor que puedas. Tu ego queda así protegido por el rol. Tu ego se compromete a representarlo bien.
Cuando te cambias de sombrero para pensar tienes que cambiar de roles. Cada uno debe ser distinto. Tanto como la bruja y el príncipe de la pantomima. Te conviertes en un montón de pensadores diferentes, — todos con la misma cabeza.
Todo esto forma parte del tipo de pensamiento constructor de mapas. Como he dicho, cada sombrero de color representa un color distinto que puede utilizarse en la impresión de un mapa. Finalmente los colores se fusionan para dar el mapa completo.
En las páginas que siguen se describe cada uno de los seis sombreros para pensar. Pretenden ser tan distintos uno de otro como sea posible. Es así como se los debe usar. El sombrero rojo es totalmente distinto del sombrero blanco. El amarillo contrasta claramente con el negro. El rol del sombrero azul es distinto del rol del verde.
No es lo mismo representar una comedia que una tragedia. Si tienes puesto el disfraz de payaso, representa al payaso. Cuando lleves el sombrero del villano, haz de villano. Enorgullécete de actuar los diversos roles.
El pensamiento comienza ahora a fluir de los papeles representadosy no de tu ego.De este modo se trazan los mapas. Así, finalmente, el ego puede elegir la ruta que prefiera.
CAPITULO 5


La melancolía y otros fluidos

Este capítulo está destinado a los que todavía no se convencen. A los que continúan creyendo que la noción de seis "sombreros para pensar" es un juego frívolo y sin sentido que nada puede agregar a nuestra habilidad para pensar. Estas personas deberían leer este capítulo. Los otros pueden ignorarlo si así lo desean.
Quizás los griegos acertaban con su creencia en que los diferentes fluidos del cuerpo afectaban sus estados de ánimo. Si estabas triste y melancólico, se debía a que una "bilis negra" te recorría todo el cuerpo. De hecho, la palabra melancolíasignifica justamente esto: "bilis negra". Así pues, los fluidos o "humores" que te invadían el cuerpo determinaban tu estado anímico. Esos fluidos te afectaban el ánimo y éste, a su vez, te afectaba el pensamiento.
Mucha gente deprimida ha observado que lo que es capaz de pensar mientras le dura la depresión es completamente distinto de los pensamientos que piensa cuando está de buen humor.
Hoy sabemos mucho más sobre el cerebro y podemos explicar mejor el tema de los fluidos griegos. Sabemos que el equilibrio de los productos químicos (neuro-transmisores) que actúan sobre el hipotálamo puede afectar intensamente el comportamiento. Sabemos sobre las endomorfinas, similares a la morfina, liberadas en el cerebro. También sabemos que complejos neuro-péptido que libera la glándula pituitaria pueden viajar por todos los lugares del cerebro y separarse en productos químicos específicos que afectan diferentes partes del cerebro. Sospechamos que de este modo se produce la fiebre primaveral de los animales (el cambio de equilibrio de luz y oscuridad hace que la glándula pituitaria libere productos químicos que activan el interés sexual). Con el tiempo es posible que comprendamos cómo los productos químicos en el cerebro — y posiblemente en el torrente sanguíneo en general-afectan de modo intenso el humor y el pensamiento.
También se ha demostrado con precisión que los procesos normales de condicionamiento pueden alterar respuestas fisiológicas, según lo mostró Pavlov. Se han entrenado animales para que les suba o les baje la presión sanguínea.
Posiblemente, con el tiempo, los seis distintos sombreros para pensar puedan adquirir el statusde señales condicionantes que disparen y pongan en acción un determinado conjunto de productos químicos en el cerebro y que esto, a su vez, afecte nuestro pensar.
Podemos abordar este asunto desde un punto de vista completamente diverso y obtener el mismo resultado.
Si consideramos que el cerebro es un sistema de información activo,observamos que su comportamiento es del todo diferente del de los sistemas de información pasivos que se utilizan en computadoras y en otras cosas (por ejemplo, en imprenta).
En El Mecanismo de la Mente describí, de modo preliminar, los sistemas activos. Este libro fue editado en 1969, y los científicos en computación de Quinta generación, que han cambiado de opinión y aceptado que los sistemas activos auto organizables son esenciales, sólo ahora lo están descubriendo.
Que un sistema es activo significa que la información se organiza por sí misma en estructuras y pautas en lugar de quedarse pasivamente en una superficie a la espera de que el procesador externo la organice.
Una bandeja contiene arena. Una bola de acero que cae en la superficie se queda en el lugar donde cayó. Si arrojamos la bola a través de un cuadrado preciso de una rejilla permanecerá directamente debajo del cuadrado. Este es un sistema pasivo de información. La bola queda donde se la dejó.
Otra bandeja contiene una bolsa de goma látex flexible llena con un aceite muy viscoso. La primera bola que se arroje en la superficie empieza a hundirse de un modo gradual hasta el fondo, empujando la superficie de la bolsa de goma. Cuando la bola se queda quieta, hay un contorno en la superficie, una especie de depresión al fondo de la cual reposa la primera bola. Una segunda bola rueda por este declive hacia abajo y se sitúa apoyada en la primera. La segunda bola es activa. No se queda donde se la puso, sino que sigue la gradiente formada por la primera. De hecho, todas las bolas siguientes rodarán hacia la primera y se formará un amontonamiento. Por lo tanto, aquí tenemos una sencilla superficie activa que permite que la información entrante (las bolas) se organice formando un amontonamiento.
Estos ejemplos son muy primitivos, pero sirven para ilustrar la gran diferencia que hay entre los sistemas pasivos y los activos. Es una lástima que todo nuestro pensamiento se haya basado en los sistemas pasivos, porque el mundo de los sistemas activos de información es completamente distinto.
Es posible mostrar cómo las redes nerviosas se comportan como sistemas activos de información que se organizan a sí mismos. Esto es lo que empecé a hacer en ElMecanismo de la Mente. Y, por cierto, el modelo que propuse en ese libro ha sido simulado ahora en computación y efectivamente funciona de acuerdo con lo pre-dicho.
Quien permite que la información entrante se organice a sí misma en estructuras es la naturaleza activa del sistema nervioso. Lo que da origen a la percepciónes la formación y el uso de tales estructuras. Si no fuera por la capacidad del cerebro para permitir que esta información entrante se auto-organice en dichas estructuras, aun las cosas más simples, como cruzar la calle, serían virtualmente imposibles.
Nuestros cerebros están diseñados para ser brillantemente nocreativos. Están diseñados para formar pautas estructuradas, fijas, y para luego utilizarlas en cuanta ocasión se presente.
Pero los sistemas de auto-organización tienen una gran desventaja: están aprisionados en la secuencia de su experiencia (la historia de los sucesos). Por esto, será necesario equipar a las computadoras de quinta generación con humor, emociones o la capacidad de cometer errores. De otro modo nunca podrán pensar.
Las soluciones químicas alteran mucho los umbrales y sensibilidades de las unidades nerviosas. Como consecuencia de un cambio en estos productos químicos se da la estabilización de una estructura distinta. En cierto modo, tenemos un cerebrodiferentepara cada trasfondo químico diferente.
Esto sugiere que las emociones son parte esencial de nuestra capacidad de pensar y no sólo algo extra que nos confunde el pensamiento.
La gente que tiene dificultades para tomar decisiones debería meditar el hecho de que distintos productos químicos del cerebro ya han tomado determinaciones que son acertadas para cada caso particular. Por lo tanto, las opciones son correctas — pero para diferentes cerebros. De allí la indecisión.
La gente, en momentos de pánico o de furia, tiende a comportarse de un modo primitivo. Una posible causa es la siguiente: el cerebro raramente se encuentra en estas especiales condiciones químicas, y por lo tanto no ha tenido oportunidad de adquirir estructuras de reacción compleja. Esto significaría que existe una muy buena razón para entrenar gente bajo esas condiciones emocionales (como siempre han hecho los militares).
La importancia de los cambios de productos químicos en el cerebro es, entonces, evidente. Esto surge, por una parte, del conocimiento cada vez mayor que vamos adquiriendo sobre el comportamiento de nuestro cerebro; por otra parte, de las reflexiones teóricas sobre el comportamiento de los sistemas de información activos con capacidad de
auto-organización.
¿Qué relación existe entre esto y los seis "sombreros para pensar"?
Ya dije antes que estos modos de pensar podían convertirse en hechos condicionantes que podían gatillar, probablemente, una alteración de los productos químicos del cerebro. También es muy importante desentrañar los diferentes aspectos del pensamiento. Si empezamos a pensar del modo normal, o bien tratamos de excluir las emociones (que de todos modos siguen jugando, aunque en forma solapada, un papel muy influyente en un segundo plano), o bien avanzamos en zig zag entre razón y emoción. Si efectivamente hay diferentes entornos químicos asociados con diferentes modos de pensar, entonces este abigarrado tipo de pensamiento nunca da al cerebro la posibilidad de establecer una conclusión determinada.

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